En 1945, los supuestos Aliados se olvidaron de España -y de Portugal. Aquí, no hubo Juicios de Núremberg que condenaran crímenes contra la paz, de guerra o contra la humanidad. No hubo horcas. Ni tan siquiera hubo una prisión de Spandau donde Franco pasara el resto de su vida acompañado de otros -como Carrero Blanco. Hubo terror, más terror, en el Estado del terror.
En 1945+30, tras la muerte del Caudillo, no hubo una Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. No hubo un Raúl Alfonsín. No hubo un Videla condenado a cadena perpetua.
En 1945+70, el Gobierno de España deniega la extradición de una veintena de acusados porque hubo una querella contra crímenes del Franquismo en Buenos Aires, porque hubo una jueza, María Servini, que la admitió, porque hubo un exhorto a la Audiencia Nacional para interrogar a exministros franquistas o expolicías torturadores.
Así las cosas, cuando la justicia tiene que venir de fuera, ¿a quién le extraña que la Audiencia Nacional juzgue chistes, con gracia o desgraciados, sobre criminales? Y… ¿cómo hemos llegado hasta aquí o por qué lo hemos consentido? ¿El Estado del terror no yace en el Valle de los Caídos? ¿Goza de buena salud?