Estos días de escritos y cartas entre exmilitares nostálgicos y jubilados, que quieren arreglar la que consideran dramática situación de España provocada por el gobierno socialista-comunista y separatista, recuerdo las reflexiones que escuchaba a mi padre cuando yo era un joven estudiante antifranquista y él ya era un viejo republicano, decepcionado por la especie humana: “La debilidad de la República ante el intento de golpe de Estado de Sanjurjo en 1932 envalentonó a los militares golpistas en el 36”, frase que me la repitió algunas veces más después del asalto al Congreso por Tejero y viendo el trato de la justicia española a sus compañeros de asonada. Se agolpan en mi mente recuerdos de debilidades y cobardías de la izquierda española, la que por definición debería ser alternativa y rebelde. Pero no hay cesto sin mimbres, ni cooperativas sin gente con espíritu cooperativo. Eso la derecha española lo sabe y lo utiliza: le da seguridad para sus intereses verdaderos, los económicos, los empresariales, los del IBEX… y siempre quiere más.
La información de la COVID19 y su evolución y las medidas que se adoptan cada semana no pueden esconder la gravedad y profundidad de la crisis que atraviesa la política en el Estado español y sería hora de que las soluciones viniesen, para largo tiempo, desde el progreso, la modernidad, los derechos humanos, la igualdad social y entre sexos… Pero, ¿hay muchos y muchas valientes en los escaños de la carrera de San Jerónimo? Si un referéndum lo puede convocar el presidente del Gobierno con mayoría absoluta del Congreso, es el momento de preguntar a cada persona con derecho a voto si quiere que siga en la máxima representación del Estado la familia Borbón, que vino de Francia para quedarse, no muchos años antes de que la Revolución Francesa arrasara con la casa madre originaria. Es momento de preguntar si queremos que las Fuerzas Armadas sigan presentes en el art 8.1 de la Constitución como garantes de la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Muy pocos Estados democráticos dedican en su ley básica estas funciones al Ejército. Es cierto que hubo mucho ruido de sables en la transición, mucho malestar en las casernas militares, y por eso está ahí el artículo 8.1. Es una concesión a los sectores más reaccionarios, aquellos que decían y parece que aún dicen que “¿para eso habíamos ganado la guerra?”, que ya es es hora de eliminar democráticamente.
Sin el rey emérito en el país, que fue el propuesto por el dictador Franco, con los escándalos económicos que ha tenido que oír y sufrir el pueblo español, con las emergencias sociales, habitacionales, ambientales que tenemos y, no lo olvidemos, con mayoría absoluta en el Congreso de los diputados de fuerzas progresistas, de izquierda estatal o periférica, de nacionalistas y independentistas, ¿no es el momento de movilizar la calle desde la izquierda? Convoque señor Sánchez un referéndum consultivo sobre distintos aspectos de la Constitución: el modelo de Estado, el papel del ejército, el Poder Judicial, la consolidación de los derechos sociales, de la escuela inclusiva, plural y laica, de la sanidad preventiva y universal, del derecho a decidir de las nacionalidades, de la lucha real y decidida contra el cambio climático y llene las calles de fervor popular republicano. ¿Es usted federalista, señor Sánchez? ¡Atrévase!
Dijo Joan Fuster, un escritor valenciano de Sueca, que toda la política que no hagamos, la harán contra nosotros. Pues eso, o ilusionamos para que se movilice la izquierda social y el progresismo o lo hará, ya lo están haciendo, la derecha, la ultraderecha, el búnker y la caverna. Y, por último, aprueben una ley de amnistía que saque de la cárcel y evite más juicios a unas gentes que “osaron” poner unas papeletas en urnas un domingo por la mañana. ¿Qué es eso comparado con aquello de que habría que fusilar a no sé cuántos millones?