Desde mi adscripción a Los Verdes, quiero expresar mi firme convencimiento sobre la necesidad de lograr un nuevo motivo, una nueva esperanza en el conjunto del electorado progresista y democrático para hacer posible el cambio real ante la actual podredumbre de todo el sistema político y económico del Estado español.
A pesar de la crisis, de los recortes, de los desahucios, de las reformas laborales, de la corrupción que ha llegado hasta la familia real, no hemos sido capaces las fuerzas políticas que nos reconocemos y autodenominamos alternativas de descabalgar al PP del poder y la decepción aumenta entre las gentes que más han perdido con sus políticas antisociales y las del PSOE de Zapatero.
España se ha convertido en un país sin industria, sin agricultura, con una precariedad laboral espeluznante, donde la emigración empieza a ser el único camino para la juventud más preparada y que sigue esperando a que el turismo y la construcción sea el motor de una economía con pies de barro y de dramáticas consecuencias estructurales. Pero ninguna de esas realidades ha hecho posible con un sistema electoral preparado al efecto por los partidos del bipartidismo monárquico que las fuerzas del cambio gobiernen.
Así, tras el fiasco de la abstención del PSOE de la gestora que permitió que Rajoy, por fin llamado a declarar por la trama de corrupción del PP, gobierne, nos represente en la UE y siga señoreando en un partido preñado de investigados y condenados por corrupción.
España se desangra, las personas sufren en sus carnes los recortes en los derechos sociales, se mueren en las ciudades contaminadas con total ausencia de políticas energéticas de ahorro y por las energías renovables, solo encuentran trabajos temporales y mal pagados, la enseñanza privada vive momentos de esplendor frente a una enseñanza pública recortada en medios económicos y plantillas para competir en calidad y atender dignamente a la diversidad de su alumnado y las empresas y autónomos de las industrias, comercios y del campo cada vez pueden competir menos con las políticas económicas que marcan y benefician a las multinacionales.
Mientras, las fuerzas alternativas viven momentos de crisis internas, de división, de sectorización ante un competidor unido, fuerte, que cuenta como aliados a las actuales políticas de la UE, del FMI y en el interior, la monarquía borbónica y los consejos de administración de las grandes empresas y la banca.
No es hora de grandes y extensos programas partidarios que compitan entre sí, es hora de sumar todos los esfuerzos, todas las causas, todas las reivindicaciones en un objetivo único que pueda ser capaz de movilizar a amplias masas de gentes, de toda condición, de un amplísimo espectro ideológico y social, que tengan en común los principios que sustentan las democracias reales. El de la justicia social, el de la igualdad de oportunidades, el de la transparencia y la honestidad, el de que todos los cargos representativos deben ser elegidos por el pueblo, desde el primero hasta el último y el de la solidaridad hacia todas las personas, así como el reconocimiento de que España es un Estado plurinacional y todos sus pueblos deben tener reconocidos sus derechos y sus culturas propias.
Esos principios básicos se pueden resumir en la necesidad de un proceso constituyente para instaurar la III República y para lograrlo habría que empezar a poner en marcha un proceso de construcción de una amplísima gran coalición por la República, que como en 1931, presentara candidaturas unidas en todas las circunscripciones municipales y autonómicas en las próximas elecciones de 2019. Todos y todas, los socialistas, los contristas, los comunistas, los ecologistas, los radicales, los nacionalistas, los regionalistas, deberíamos tener como objetivo el derrocamiento del actual putrefacto, sangrante, vergonzante, antisocial e insolidario sistema y, para eso, solo lo conseguiremos si nos dejamos de zarandajas y disensos, y nos proponemos ilusionar al pueblo con un objetivo común capaz de ponerlo en pie: la República.