Por Toni Roderic, Secretario de Organización de la Confederación de Los Verdes · Els Verds · Berdeak · Os Verdes.
Ningún hogar sin agua ni luz. Ninguna familia sin calefacción.
Joaquín Costa, el regeneracionista español, escribía, a principio del siglo XX en su obra Oligarquía y caciquismo, que el régimen político imperante en España no era sino un régimen oligárquico y caciquil. España -decía- era una oligarquía de notables. Por esta razón, afirma Costa que España no es una nación libre y soberana y que en España no hay parlamento ni partidos; hay sólo oligarquías. Esta oligarquía -de la que habla Costa- es una oligarquía absoluta, sin ningún poder que la frene o modere y a la cual pertenecen los notables de los dos grandes partidos, algunos ministros, los directores de dos o tres periódicos principales –que crean la opinión que favorece a la oligarquía- y las grandes empresas monopolísticas. De manera que en España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal -el sistema de monarquía parlamentaria, con constitución y elecciones- y otro el real -efectivo y esencial que es el caciquismo oligárquico.
Más de cien años después, estamos en el mismo lugar en que nos dejó Joaquín Costa, gobernados por la oligarquía absoluta que representan los dirigentes de los dos grandes partidos, los directores de dos o tres grupos de comunicación y los de dos o tres bancos importantes y –en nuestro caso actual- las cinco grandes empresas energéticas.
No es por casualidad que, en España, produzcamos la energía eléctrica más barata de Europa y paguemos la más cara. Ni es por casualidad que los dirigentes –la oligarquía- de los dos grandes partidos acaben sus carreras en los consejos de administración de las empresas energéticas. Ni es tampoco por casualidad que la primera reforma que hizo el PP fue la de machacar a las energías renovables para favorecer a las otras.
Así, se entiende que el recibo de la luz haya subido el 71% en los últimos diez años justificándolo en la estafa del déficit tarifario, un invento de Rodrigo Rato en su etapa de vicepresidente económico con José María Aznar, para favorecer a las eléctricas que son las empresas con mayores beneficios del estado.
Y, ahora, nos anuncian una cuesta de enero con subida nuevamente del recibo –incumpliendo una vez más sus promesas-, con la amenaza de aplicación continuada y negando la posibilidad de medidas paliativas contra la pobreza y la exclusión eléctrica.
Por todo ello, debemos considerar nuestra oposición radical a la oligarquía eléctrica. Tenemos que fomentar el cambio de compañía para pasar al suministro de cooperativas eléctricas. Debemos exigir medidas urgentes contra la pobreza y la exclusión energética. Ningún hogar sin agua ni luz. Ninguna familia sin calefacción.
En los programas electorales, ha de quedar patente nuestra beligerancia contra esta oligarquía fomentando programas estatales y de las comunidades autónomas al objeto de apoyar renovables en los hogares y centros públicos. Exigiendo auditoria públicas de las compañías energéticas y rebaja de las tarifas eléctricas. Llegando a la nacionalización de las empresas energéticas.
La luz y el agua no son negocios, son derechos humanos.