La sesión de investidura a la que asistimos ayer nos plantea -a mi parecer- algunos aspectos muy interesantes y significativos que sin duda tendrán una gran importancia, en un futuro, para la denominada izquierda y para el futuro de los ciudadanos que padecemos la estafa de la oligarquía financiera.
En primer lugar, creo que Pedro Sánchez -quizá obligado por la vieja estructura socialista- hizo un fallo táctico que se convertirá en estratégico y puede acabar con la idea del partido socialista que aún tienen amplias capas de la población. Me refiero, claro está, al pacto con Ciudadanos y a la idea “pseudo-chantajista” de que la presión sobre Podemos le daría resultado. Olvidó Sánchez -y sus asesores- que la izquierda social está padeciendo -salvo en Andalucía- las políticas muy de derechas de Ciudadanos: Valencia, Madrid, Cataluña, Castilla… y que, por tanto, conocen, claramente, cuales son sus condicionamientos económicos, culturales y sociales.
Olvidó, además, Sánchez que chantajear a la izquierda con “el voto igual al del PP” tiene poco recorrido en las bases sociales de la izquierda que saben perfectamente cómo se han puesto de acuerdo repetidamente PP y PSOE en la modificación del artículo 135 de la Constitución, en la aprobación de la Ley Mordaza, en el nombramiento de los jueces del Tribunal Constitucional, en el indulto de personajes como Alfredo Sáenz o los condenados de los GAL, en el seguimiento del austericidio ordenado por Bruselas, en la negativa a aclarar los crímenes del franquismo… Olvidó, también, Sánchez -y sus asesores- que no se ha atrevido a desvelar cuál sería su gobierno: ¿Garicano sería el ministro de Economía? ¿Girauta de Interior? ¿Rivera de Plurinacionalidad?
Y no se esperaba Sánchez -y sus asesores- que la izquierda social no solo dejara solo al PSOE, sino que lo ha trasladado al lado oscuro -al otro lado de la línea de la izquierda. El PSOE, con su pacto con Ciudadanos, con su propuesta económica, está al lado de PP y Ciudadanos. Se ha abierto una grieta profunda con la “izquierda social” que le será muy difícil -por no decir imposible- taponar. Y no podrá esgrimirse ya ni incluso como centro. Y no le queda otra solución que o la Gran Coalición con PP y Ciudadanos o el desastre, para el PSOE, de próximas elecciones.
No creo, además, que la vieja guardia socialista permita el pacto que interesadamente le plantea a Sánchez la izquierda social con un gobierno compartido. Y, por tanto, se aventura una nueva convocatoria electoral en junio que, si la izquierda ha aprendido y leído bien los resultados actuales, podría ser muy importante. Para eso, Podemos debería abrir su espectro a todas las fuerzas socialmente comprometidas con el empoderamiento de la gente y no me refiero solo a partidos políticos, sino también a todo tipo de organizaciones: un Gran Frente Amplio por la Gente y los Jóvenes. Y las organizaciones independentistas deberían plantear, también, un Frente Común por el Derecho a Decidir rupturista que acabe, definitivamente, con la Transición Franquista.