¿Hay derechos, como los ambientales y los de los animales, que pueden posponerse para más adelante?
Las recientes declaraciones del candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid, José Manuel López, en las que ha asegurado que no actuará contra las corridas de toros y los espectáculos taurinos en esta región si no acarrean ningún gasto para las arcas públicas («Nosotros estamos ahora mismo muy preocupados con el tema de la eficiencia económica, el que haya toros siempre y cuando no suponga ningún coste para el resto de la ciudadanía, no parece un problema«), ponen de manifiesto la realidad profunda de su programa: un regeneracionismo keynesiano de izquierdas, que lo basa todo -y fundamentalmente- en la vuelta al crecimiento y al aumento de la productividad de forma continuada y suficientemente fuerte en las próximas décadas y que no tiene en cuenta que nuestra lucha no es solo el repartir mejor las ganancias, no es solo la cuestión de derribar los gobiernos conservadores.
Nuestra lucha es la de la humanidad, toda la humanidad, la supervivencia como especie en un mundo conservado y limpio donde las futuras generaciones de todas las especies puedan seguir viviendo pues es el sistema económico y social productivista globalizado y en manos de los poderes financieros el que, además de causar la pobreza y la desigualdad social, la división del mundo en países pobres y ricos por el intercambio desigual, pone en peligro cada día la propia existencia de la propia especie. Y que nuestro mundo es el del respeto, por encima de todo, a todas las personas, a la tierra, a los animales, a los bosques…
Y que supeditar, como hace la izquierda tradicional, el crecimiento económico a las verdaderas causas de la crisis actual, que son no solo económicas, sino también ambientales, sociales, políticas y las del respeto por todos los seres vivos del Planeta, dejando para más adelante las cuestiones “secundarias”, es asumir de facto que considera la especie humana como la parte privilegiada de una naturaleza sobre la que tiene el derecho de uso, dominio y control.
No perderemos ni un minuto en justificar que la tortura a los animales no puede ser permitida por la nueva sociedad y por los “nuevos gobernantes”, aunque no nos cueste dinero porque no es una cuestión monetarista sino de derechos y de compasión y ternura para con los animales, para con los que nos acompañan en este mundo. Porque no podemos permitir el sufrimiento gratuito de un ser vivo. Y, entre otras cosas, porque si el Estado no permite que un ciudadano se juegue la vida prescindiendo del cinturón de seguridad o de los elementos de protección en una obra, menos debería permitir que una persona se la juegue delante de un toro o en un encierro.