Tras el debate antiguo, casposo, macarra y vergonzoso que sufrimos ayer, en un ejercicio lamentable de democracia heredada del franquismo, quedo? claro los para?metros en los que nos movemos poli?ticamente.
La oligarqui?a financiera -los poderes fa?cticos que deci?amos- ha dado por amortizados los dos grandes partidos que han protagonizado el posfranquismo. Por su corrupcio?n, por su cutrez antigua, por su impotencia para reformarse y porque han estado abandonados por los jo?venes y por los ciudadanos de las grandes ciudades. En esa li?nea, han optado por otro bipartidismo: Ciudadanos que substituira? al PP y Podemos al PSOE. No nos ha de extran?ar, pues, la promocio?n de ambos emergentes desde los medios privados -en manos de la oligarqui?a-, ni es extran?o que se hagan debates a cuatro -burlándose de la legislacio?n- y que se olvide a las fuerzas nacionalistas.
No es extran?o tampoco -dados los patrocinadores de los dos nuevos y de los dos antiguos- que en los debates no aparezca nunca el cambio clima?tico ni el cierre de las centrales nucleares o la privatizacio?n de las energe?ticas, ni tampoco temas como la banca pu?blica, la monarqui?a, o los refugiados y el desastre econo?mico europeo.
Intentan convencernos de que solo hay cuatro partidos -donde antes habi?a dos- minusvalorando a los dema?s.
Yo, personalmente, estoy convencido de que las cuatro opciones -que responden a los intereses oliga?rquicos- hara?n algu?n tipo de cambio constituyente y/o electoral para impedir que las fuerzas ma?s revolucionarias (las nacionalistas o independentistas), las partidarias de la ruptura de verdad y no de la reforma no puedan presentarse a las elecciones generales espan?olas. Los cuatro, sin excepciones. Por eso, que fuerzas que, en principio, debi?an estar en la banda de la ruptura, se ali?en con Podemos, en un intento de reformar o refundar la izquierda espan?ola, no deja de ser una muy mala noticia para los progresistas. Para las izquierdas. Y, al final, son un mal negocio. Y, si no, que se lo pregunten a Alberto Garzo?n que ha estado jugando al teto hasta que le ha hecho mal.
No tardaremos mucho en comprobar que los emergentes se diferencian muy poco de los antiguos. Y que no tardara?n tampoco demasiado en dirigirse entre ellos como los de ayer:
Usted es no es una persona decente.
Es usted ruin, mezquino y miserable.
Y la verdad es que nosotros estamos de acuerdo con ambos dos.