Ha dejado atrás
los lirios florecientes en su piel,
amoratada de caricias ausentes
y feroces horas envenenadas
en las tabernas del alcohol,
los celos y la desesperanza.
Sudarios dolorosos
cargan su cuerpo,
recorre su sangre aterida,
el recuerdo del torrente
de puños cobardes
lacerando su alma,
las huellas silenciosas
de unas manos sudorosas
ahogando su grito,
las miradas sanguinolentas
atenazando sus pies…
Un espejo hecho añicos,
le devuelve la mueca de una sonrisa,
decidida, sigue adelante…
La luna se cuela tímidamente
en sus pensamientos,
acaricia su cabello alborotado.
Cogida a su luz
la savia despierta,
una mujer cierra su noche,
y, de pie en el andén,
recibe la llegada del tren
hacia una nueva madrugada
donde renacer.
Del poemario inédito Mujeres.