Señor Rey Felipe de Borbón:
Estos días que todos escriben sus cartas a los imaginarios Reyes de Oriente yo querría dirigirme a usted, que al parecer es el Jefe del Estado, para comentarle alguna de las cosas de las que no creo que debiera sentirse demasiado orgulloso como responsable máximo.
Espero que sabrá que casi un centenar de personas han sido asesinadas por la violencia machista en este último año y que, en su discurso de Navidad, no hizo ninguna mención al tema. ¿Recabará usted de los ministerios responsables alguna información y medidas al respecto? ¿Se comprometerá para acabar con esta lacra ignominiosa?
Le hablaría, también, de otro tipo de violencia, la que se ejerce contra los animales, a la que su familia ha contribuido tanto. No creo que suponga una novedad para usted, ¿verdad? Sería un puntazo que la próxima vez que tenga que hablar en público manifestara usted su respeto a los animales y su deseo ferviente de que se acabe con estas prácticas sanguinarias.
No tengo ninguna duda de que, asimismo, sabrá que más de 300.000 jóvenes españoles han emigrado entre 2009 y 2015 para buscar empleo. Jóvenes bien preparados y que son necesarios e imprescindibles para nuestro futuro. Muchos de ellos, además, dudan ya de volver a este Estado, del que usted es el Jefe, porque no ven soluciones a su futuro y han comenzado a enraizar sus vidas en sus nuevos países. Esta pérdida de inteligencia y de fuerza juvenil ¿tampoco mereció ningún comentario por su parte? Espero que sus hijas no hayan de pasar por este trance tan penoso porque su padre no hizo nada al respecto.
Supongo, igualmente, que está usted al tanto de los centenares de miles de personas que huyen del hambre, de la guerra y de las persecuciones, poniendo sus vidas y las de sus hijos en peligro y del trato vejatorio, cruel e inhumano que padecen, en este su Estado, con episodios tan vergonzosos como el del Tarajal en Ceuta, las devoluciones en caliente y las malas condiciones de los Centros de Refugiados. Tampoco hizo ninguna alusión en su discurso de Navidad hacia ellos cuando era la fecha adecuada. No sé si es que estos temas no le preocupan en absoluto o tiene usted aun la visión que su tatarabuelo Alfonso XIII tuvo con los habitantes del Rif.
No quisiera que al plantearle el tema de la corrupción se diera usted por aludido por los problemas familiares. Tampoco hizo usted ninguna mención al respecto. Una lástima porque hubiera podido desmarcarse ya que es un tema humillante para el país del que usted es Jefe del Estado.
Quisiera, también, manifestarle mi decepción porque no hizo usted tampoco mención de los problemas medioambientales del planeta y del esfuerzo que tendríamos que hacer en nuestro país para intentar contribuir a su mejora. No sé qué pensara usted al respecto. O si todas sus preocupaciones se circunscriben a mantener unidos los territorios que su otro antepasado, Felipe V, consiguió “por justo derecho de conquista”. Pero creo que perdió usted una oportunidad importante para dar una imagen moderna y atractiva de su persona.
Y, en fin y por no hacer esto más extenso, no sé si, en familia, no hablan nunca de la situación de las familias españolas: de la falta de trabajo, de los contratos basura, de los problemas con temas sanitarios -sobre todo de los enfermos de hepatitis-, de los dependientes, de la situación de la enseñanza, de la falta total de esperanza, de los desahucios…
Me dejo muchas cosas en el tintero y no he pretendido ser exhaustiva pero esperaba otro tipo de discurso diferente por su parte. Un discurso que se ajustara a la sociedad real y a los problemas de los ciudadanos de los que usted es el máximo dirigente. No sé, pero yo de usted me lo pensaría: ¿Vale la pena ser el Jefe del Estado, y el responsable, de un país con estas deficiencias? Mañana que es el Día de los Reyes podría usted responderse a estas consideraciones.